El 3 de febrero de 1852, la Batalla de Caseros marcó un punto de inflexión en la historia argentina. El enfrentamiento entre el Ejército Grande, liderado por Justo José de Urquiza, y las fuerzas de Juan Manuel de Rosas selló el fin de un largo período de centralismo y hegemonía rosista en el país.
El triunfo de Urquiza significó la caída del régimen rosista y abrió el camino hacia la organización constitucional de Argentina. En 1853, se sancionó la Constitución Nacional, estableciendo las bases institucionales que aún rigen al país. Sin embargo, las disputas entre Buenos Aires y el resto de las provincias persistieron, postergando la consolidación definitiva del Estado argentino hasta 1862.
A más de 170 años de Caseros, su legado sigue presente en los debates sobre federalismo y la construcción de un país más equitativo. La batalla no solo definió el rumbo político de la Argentina del siglo XIX, sino que dejó enseñanzas sobre la importancia del consenso y la institucionalidad en la vida democrática.