Muestra de los trabajos ganadores del concurso

Trabajos ganadores

Trabajos ganadores

AMET (Entre Ríos) - Regional XI

En nombre de la Asociación del Magisterio de la Enseñanza Técnica, queremos agradecer la participación de los y las jóvenes estudiantes en los concursos que se llevaron a cabo con motivo de los "40 años de Democracia" en Argentina y los "200 años de Educación Agropecuaria". Su participación ha sido valiosa y su trabajo inspirador, por tal motivo, estamos orgullosos de poder mostrar sus obras ganadoras a la comunidad.

Comunicado de Prensa

La ASOCIACIÓN del MAGISTERIO DE LA ENSEÑANZA TÉCNICA Regional XI, informa a sus delegados/as, afiliados/as y a la comunidad educativa en general, y a toda la ciudadanía entrerriana, que ya están definidos los trabajos ganadores de los dos concursos organizados por nuestra Institución con motivo de celebrarse los “40 años de Democracia” ininterrumpida en Argentina, y los “200 años de Educación Agropecuaria” en nuestro País.

En el día de ayer, coincidente con el Día de la Educación Técnico Profesional, se realizó una reunión con los integrantes de los jurados de los dos concursos organizados por nuestra institución, quienes interiorizaron al Secretario General sobre el procedimiento utilizado para la evaluación de los mismos. En la misma se realizó un análisis y una puesta en común de las apreciaciones de los diferentes trabajos realizados por estudiantes de Escuelas Primarias, Técnicas y Agrotécnicas de la provincia y que participaron de dicho certamen, resultando galardonadas las siguientes producciones:

Concurso

Cuentos, mitos y leyendas de tierra adentro

Categoría11 a 15 años

  1. Título de la obra: “Una hija diferente”.
    Autor: Rodríguez Mumbach, Branden.
    Institución: EEAT N° 152 “M.M. Calderón” – Concordia.
  2. Título de la obra: “La leyenda del crespín”.
    Autora: Hatum, Brisa Agostina.
    Institución: EEAT N° 151 “Paraje El Quebracho”.
  3. Título de la obra: “El lobisón, lobisonte o lobisome”.
    Autor: Leguizamón, Thiago José Agustín.
    Institución: EEAT N° 2 “La Carola” – Nogoyá.

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Menciones especiales

    • Cuando cantan las palomas” – Farinón Engelmann, María Clara – EEAT N° 36 “José Campodónico” – Federación.
    • Un galopeo escalofriante” – Rossi, Martina Araceli – EEAT N° 139 – Villa Urquiza.

 

Ver aquí, los trabajos  de los ganadores en la categoría | 11 a 15 años

En un bosque entrerriano, cerca de la llamada selva de Montiel, vivía un hornero solitario que soñaba con encontrar el amor.

Un día, mientras buscaba materiales para construir su nido, vio a una hornera que le robó el corazón. Era tan bella y delicada que parecía una princesa de las aves. El hornero se acercó a ella con timidez y le ofreció una ramita como regalo. La hornera le sonrió y aceptó el obsequio. Así comenzó una dulce amistad que pronto se convirtió en amor. Los dos horneros se hicieron inseparables y decidieron construir su nido juntos en un frondoso ñandubay. Allí se juraron amor eterno y se prometieron cuidarse el uno al otro.

Un día, la hornera puso un huevo que lucía diferente a los demás. Era más grande y brillante, y tenía un color blanco perlado. El hornero y la hornera se llenaron de alegría y esperaron con ansias el nacimiento de su hijo.

Según cuenta la leyenda, en los bosques nativos y en las selvas ribereñas de Entre Ríos había un lugar mágico en el que nacía, cada mil años, un ave de hermoso plumaje y patas muy largas. Era la garza, símbolo de la belleza y la elegancia de las lagunas y arroyos entrerrianos. Se decía que sólo nacía de un amor verdadero y puro entre dos aves. El hornero y la hornera no lo sabían, pero su hija era el ave que todos esperaban con ansias y curiosidad.

Una mañana soleada, el huevo se rompió y de él salió una pequeña garza que deslumbró a todos los presentes con su plumaje blanco. La pareja de horneros no podía creer lo que estaban viendo. Su hija era el ave más hermosa que habían visto en su vida. La abrazaron con ternura y la llamaron Cielo, porque era como un pedazo de cielo en la tierra. La garza creció feliz y sana bajo el atento cuidado de sus padres, que la amaban con todo su corazón. Era muy curiosa y le gustaba explorar los montes y admirar las cascadas que se formaban en algunos arroyos.

Ella se hizo amiga de otras aves, que la respetaban y admiraban por su belleza y bondad. Pero, lamentablemente, no todo era paz y armonía en la selva montielera. Los humanos habían llegado al único lugar que todavía no había sido deforestado. Con sus máquinas y sus armas, empezaron a talar los árboles y a cazar a los animales. El hogar del hornero y la hornera estaba en peligro.

Un día, mientras la garza sobrevolaba una laguna, vio a unos cazadores que apuntaban sus rifles hacia ella. Se asustó mucho y trató de escapar, pero uno de los cazadores le disparó y le hirió un ala. La garza cayó al suelo, sangrando y casi sin fuerzas.

El hornero y la hornera escucharon el disparo y salieron desesperados a buscar a su hija. La encontraron tirada en el suelo, rodeada de cazadores que se reían de ella.

Los horneros se lanzaron sobre ellos, dispuestos a defender a su hija con su vida. Los cazadores se sorprendieron al ver la valentía de las aves y decidieron dejarlos en paz, sin embargo, se llevaron a la débil garza como trofeo y se marcharon.

Los padres lloraron desconsoladamente por la pérdida de su hija. Se abrazaron con fuerza y se dijeron que siempre la recordarían como el regalo más precioso que les había dado la vida.

Una tardecita, se encontraban en la costa de aquella laguna a la que Cielo había ido por última vez y observaron una hermosa garza rosada que parecía la princesa de las aves. Ellos la reconocieron. Era su adorada hija quien ya no lucía su inmaculado plumaje original pues se había teñido por la sangre que brotó de la herida que le habían causado los cazadores.

Ese color rosado es el símbolo del dolor que causa a nuestro ecosistema la mano destructora de algunos hombres.

Esta divisa es muy característica en nuestra zona ya que a mediados de noviembre hasta fines de febrero se oye durante el día y la noche el peculiar canto del crespín. La leyenda cuenta la historia de un matrimonio formado por Crespín y Durmisa que vivían en zona rural. Ella era una mujer alegre y apasionada por el baile, mientras que él era un hombre tranquilo y trabajador.

Durmisa anhelaba asistir a fiestas y eventos sociales para disfrutar de su pasión por el baile, pero Crespín no compartía el mismo interés. A pesar de sus diferencias, se amaban profundamente y disfrutaban de su compañía.

Un día, su esposo cayó enfermo por el arduo trabajo de la cosecha y le pidió a su esposa que fuera al pueblo en busca de medicamentos para poder sentirse mejor y continuar al día siguiente con su labor. Durmisa caminó por horas hasta llegar al pueblo, pero al ver que estaban de fiesta, no pudo contenerse y se quedó a bailar entre la multitud.

Durante la fiesta, se dejó llevar por su amor al baile y se olvidó por completo de su esposo. Luego de varias horas, unos vecinos que conocían a Crespín se acercaron para avisarle que tenía que volver al rancho ya que su esposo se encontraba moribundo, sin embargo, ella siguió bailando sin preocupación alguna.

Cuando terminó la celebración, regresó a su hogar y no encontró a Crespín, lo buscó desesperadamente gritando su nombre. Invadida por el remordimiento le suplicó a Dios que le diera alas para facilitar su búsqueda, sin saber que Crespín ya había muerto y unos vecinos solidarios lo habían velado y enterrado.

Es por ello que a Durmisa le crecieron alas y se convirtió en un solitario pájaro que sigue buscando a su pareja, y en su canto exclama: ¡Cres-pín!… ¡Cres-pín!…

La leyenda del crespín es una historia de arrepentimiento y pérdida. Nos enseña la importancia de valorar y respetar a nuestros seres queridos, así como la importancia de las disculpas y el perdón. También nos recuerda que nuestras acciones pueden tener consecuencias duraderas y que debemos ser conscientes de cómo nuestras elecciones afectan a quienes nos rodean.

Por los pagos entrerrianos, hace ya varios años, anda rondando historias de un lobisón, en boca de los paisanos se relatan historias y más historias de un personaje tan extraño que responde al séptimo hijo varón de la prole masculina, bautizado “lobisón”.

Cuentan que los días martes y viernes de los meses de enero, marzo, mayo, julio, septiembre y noviembre se produce una transformación, de un hombre flaco y alto a una cruza entre perro y lobo, con gran hocico, cola larga, dientes aterradores, garras y un pelaje negro. La transformación tiene lugar en las noches de luna llena.

Y ahí va por las tierras, bajo la luna llena, el monstruoso lobisón aterrorizando a los habitantes del campo, de los pueblos y ciudades.

Dicen por ahí, que la transformación siempre sucede bajo la oscuridad de las frías y escalofriantes tinieblas. Los pueblerinos expresan sus miedos de encontrárselo en una de esas frías noches y no poder enfrentarlo, temen por su vida, temen por caer en una transformación…

Comentan que el lobisón se alimenta de carroña, excrementos de toda especie, carne de niños y de jóvenes, de mujeres. Y que se mueve por las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Misiones y por un país vecino, Brasil.

La maldición del lobisón, ese extraño personaje que viene de un flacucho hombre, consiste en que si alguien es mordido por él o es alcanzado por su sangre o su saliva, inmediatamente también se convertirá en uno más… en otro lobisón!!!

Y cuentan que para alejarlo se debe tener un crucifijo y repetir una oración, una y otra vez, en un bosque y a medianoche, entonces el lobisón se irá y no atacará.

Otros tantos campesinos y pueblerinos relatan que la única manera de atacar a un lobisón es con armas blancas o de fuego que hayan sido bendecidas.

En voz de otros, se escuchan miles de recomendaciones como llevar ciertos rituales de protección, tener encima una cruz o un amuleto para evitar el ataque y así esquivar a la transformación.

Frente a estos relatos, palabras de unos y otros que creen en la transformación de ese hombre flacucho en perro y lobo, están todos aquellos que solo dicen que no existen lobisones, que solo son disfrazados que quieren mantener viva aquellas historias relatadas por pueblos originarios, como lo fueron los guaraníes; comunidades que existieron por nuestros pagos entrerrianos.

Al escuchar el llamado, desvíe la vista de las hierbas que tenía en mis manos, supuse que algo estaba pasando, tomé mi bolsa y me acomodé el sombrero, para evitar que alguien descubriera mi rostro, bajé la loma hasta encontrarme con un claro donde se divisaban unas casas diminutas a gran distancia.

Fijé mi vista al frente y pude observar como dos niños corrían alrededor de una solitaria planta de mandarinas. Estaban solos, nadie los protegía del silencio de la siesta. Ahí me di cuenta que no recordaban mi existencia, desafiando su destino. Caminé lentamente entonando un canto con una voz melodiosa y suave intentando atraer la atención de aquellas criaturas.

Ambos pequeños me observaron durante varios minutos, las melodías hipnóticas de mi canción hicieron que ambos siguieran mis pasos hacia las entrañas del monte.

Dentro del tronco seco de un viejo árbol, mi casa esperaba con el fogón encendido, coloqué sobre el fuego una olla con agua, deposité en ella las hierbas que había recolectado anteriormente y la tapé.

Mientras mis pequeños "invitados" aguardaban con la mirada perdida; gracias a mi canto; sentados alrededor de la mesa.
Pasado un tiempo, vertí el té en dos tazas y las coloqué frente a ellos.

Hipnotizados y sedientos bebieron todo el contenido, luego de unos minutos comenzaron con un ataque de hipo: ¡Hip! Apareció una pluma, ¡Hip! otra pluma, ¡Hip! un pico, ¡Hip! patas, luego de varios ¡Hip! dos palomitas me observaban con sus ojitos inocentes, en ese momento, abrí la ventana para dejar que volaran.

- Ahí van dos más – dije, cerrando la ventana y entonando por lo bajo mi canción: - Cuú, cuú, el canto de la paloma,
anuncia que la solapa viene bajando la loma.

En una comuna entrerriana llamada Banderitas, ubicada aproximadamente a 20 kilómetros de La Paz; hay una vieja leyenda, sobre un viejo bosque. Mi madre me contaba que cuando era más joven, con unos nueve años, se escuchaba por las noches el galopar de un caballo. Exactamente a las doce de la noche.

Siempre hacía el mismo recorrido, un sendero viejo y, ahora, desbordante de vegetación. El causante de este continuo barullo había sido un familiar de mi madre, más exactamente un primo lejano, el cuál siempre salía a arrear al ganado en su caballo a esas horas.

Él había muerto cuatro años atrás, nadie sabía la causa de su muerte, se rumoreaba que el caballo se había asustado por algún ruido, tirando y dañando al joven, que quizás se lo comió algún animal salvaje. Nadie encontró su cuerpo, mientras que la única evidencia que había era el caballo pastando cerca del bosque.

Categoría 16 a 20 años

  1. Título de la obra: “El pomberito en el palmar”.
    Autor: González, Santiago Nicolás.
    Institución: EEAT N° 24 “Gral. San Martín ” – Concordia.
  2. Título de la obra: “Caramelos, galletitas y nuevos amigos”.
    Autora: Burgos León, Milena Jazmín.
    Institución: EEAT N° 1 “Gral. Echagüe” – Concordia.
  3. Título de la obra: “La luz mala”.
    Autoras: Medrano, Esperanza y Ferreira, Lara Abigail (escritora e ilustradora).
    Institución: EEAT N° 24 “Gral. San Martín ” – Concordia.

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Mención especial

    • La mujer de blanco” – Rodríguez Portales, Celeste Ayelén – EEAT N° 24 “Gral. San Martín” – Concordia.

Ver aquí, los trabajos de los ganadores en la categoría | 16 a 20 años

Hace mucho tiempo, en un tranquilo rincón de El Palmar, vivía un joven llamado Juan. Era un apasionado amante de la naturaleza y pasaba sus días explorando los hermosos bosques y pantanos de la región. Juan tenía un respeto profundo por el entorno natural y siempre trataba de cuidarlo y protegerlo.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Juan se encontró con un pequeño ser, no más alto que su rodilla y con una sonrisa traviesa en el rostro. Era el Pomberito, el espíritu protector de El Palmar. El Pomberito, al ver que Juan era un amigo de la naturaleza, decidió revelarse y le dijo: "Soy el Pomberito, el guardián de estos bosques y marismas. He observado tu amor y respeto por este lugar, y quiero ofrecerte mi amistad".

A partir de ese día, Juan y el Pomberito se convirtieron en compañeros inseparables. Juntos, trabajaron para preservar la belleza natural de El Palmar. El Pomberito ayudaba a Juan a encontrar rutas seguras y a cuidar de los animales heridos, mientras que Juan se aseguraba de que las personas que visitaban la región respetaran la naturaleza.

El Pomberito también tenía una habilidad especial para hacer crecer plantas raras y hermosas en el jardín de Juan. Estas plantas se convirtieron en un tesoro para la comunidad local y atrajeron a turistas de todo el país. Con el tiempo, la fama de Juan y el Pomberito se extendió, y la región de El Palmar se convirtió en un ejemplo de conservación y sostenibilidad.

La historia del joven y el espíritu protector se convirtió en una leyenda, recordando a todos la importancia de respetar y cuidar el entorno natural.

Y así, gracias a la amistad entre Juan y el Pomberito, El Palmar floreció en belleza y armonía, demostrando que la colaboración entre los seres humanos y los espíritus de la naturaleza puede llevar a resultados asombrosos.

Poco tiempo después de que la familia Fuchs Valon se mudara a un humilde castillo en la ciudad de Concordia, tuvieron a su segunda hija Babette Fuchs Valon.

Las niñas de la familia fueron creciendo entre la fauna y la flora que rodeaba el castillo. Los pocos vecinos las obligaban a jugar solas y muchas veces molestar a las criadas de la cocina, siendo castigadas por su mamá a gritos por comerse todas las galletitas de la alacena y los pocos caramelos que la madre lograba esconder para ella sola...

- ¡Francois y Babette, vengan rápido mis niñas!

Ambas hermanas pensando que las iban a castigar de nuevo, se escondieron lo mas rápido que pudieron en la cocina hasta que una de las criadas las llevó hacia sus padres, quienes estaban recibiendo a un aviador mensajero francés que se había estrellado a pocos metros de su castillo.

Las niñas se presentaron correctamente al mensajero y salieron corriendo nuevamente hacia la cocina a buscar todo tipo de caramelos, facturas y demás galletitas para el buen viajero. Su torpeza al andar y la de poder sostener toda la comida que llevaban terminaron dejando un caminito dulce sin querer.

- Tome, son para usted. Disfrute, por favor...

Fue lo único que las niñas pudieron decirle al extranjero en su idioma, los más grande soltaron risas que avergonzaron a las hermanas.

- Muy bien bonitas, pero igual están castigadas... "Expresaron sus papás"..

Pasaron un par de semanas en las que las niñas no pudieron salir a las afueras del castillo, pero en cuanto vieron que no había nadie resguardando la puerta en el horario de la siesta salieron cantando y jugando hacia la cocina, corriendo entre las nuevas flores y los brotes de los arbolillos que habían salido en su corta ausencia, jugaban y cantaban hasta que descubrieron un brote que nunca habían visto.

En vez de hojas redondeadas con su color común de verde claro, tenía hojas color bordó y su forma puntiaguda parecía tener espinas, pero no pinchaba. Ambas se quedaron mirando ese raro brote hasta que un sirviente las encontró y las devolvió al castillo.

El castigo termino un par de días después de esto. La misma mañana en la cual saldaron su penitencia se apresuraron a cambiarse y comer algo para poder partir hacia su extraño brote, que vieron que había crecido bastante para haber pasado solo unos pocos días. Ambas niñas quedaron muy extrañadas, de camino a la cocina sus dudas no cesaban "¿Cómo había podido crecer tan rápido ese brote tan extraño?" Entre robo y robo de sus antojitos dulces iban dejando algunas migas y pedacitos. A la
menor de las dos se le cayó sin querer una galletita, pero cuando fue a juntarla se desplazó rápido hacia afuera de la cocina

- ¡Francois, la galletita se me escapo! "Exclamo Babette"...
- ¡Rápido sigámosla, se va para afuera!

Le ordenó Francois a su hermanita.

Corrieron y corrieron a la rápida galletita por los alrededores de la cocina hasta que la perdieron de vista. Fue entre las flores llegando así al raro brote bordó, viendo cómo se mecían los arbustos que estaban detrás. Rápidamente, se acercaron para ver cómo varias criaturas tan raras como para ser animales de por ahí, muy chiquitos, pero no tanto como un bicho y parados en dos patas, se reunieron alrededor de la galletita. Las hermanas quedaron impactadas y con más preguntas que respuestas le ofrecieron más galletitas a las hambrientas criaturitas.

- Muchas gracias... "Dijeron en voz muy bajita"...

Ambas sin saber qué hacer o decir salieron corriendo hacia el castillo a contarle todo a su mamá, la cual claramente no les creyó ni una sóla palabra.

Al día siguiente volvieron al lugar donde habían visto a los enanitos según ellas, pero no estaba ninguno de esos extraños visitantes. En vez de verlos a ellos, encontraron nuevos brotes extraños que nunca habían visto y demasiado crecidos para no haber estado ahí nunca.

Desde ese entonces las hermanas fueron dejando caramelos, galletitas y todo tipo de cosas dulces para sus nuevos amigos, los cuales siempre que ellas les dejaban cosas para que comieran dejaban nuevos brotes con los que las niñas quedaban fascinadas, hasta que fueron tanto y de tantas especies que se convirtió en un jardín mágico que llegó hasta nuestros días.

Historia fantástica de la creación de nuestro jardín botánico en el parque de San Carlos en Concordia, Entre Ríos.

Un día de invierno, un grupo de hombres empezó a trabajar en una estancia vieja llamada Los Monigotes. Al caer la noche,se reunieron para hacer un fogón junto con otros compañeros que llevaban años trabajando en la estancia. Mientras se tomaban una cerveza y compartían un pedazo de carne, comenzaron a contar historias para entretenerse un rato. Juan, uno de los trabajadores más longevos de la estancia, contó cómo una noche se encontró con una luz misteriosa:

- Mientras buscaba los animales por los yuyos vi como una luz salía entre los árboles, una luz amarillenta que cada vez se hacía más grande que se me erizaron los pelos y el miedo entró por to’ mi cuerpo parecían ojos mirándome; mi mente quedo en blanco y comencé a rezar por nuestra virgen y salí pitando de ahí. Todo sudado y sin poder hablar, Don José me encontró por casualidad y me dio unas hierbas para poder tranquilizarme ya que no podía ni siquiera entonar una palabra.

Le conté lo que vi y no me creyó, se ofreció a acompañarme y le dije que sí para que viera que no estaba mintiendo. Fuimos al mismo lugar y nada de que se aparecía, pero yo sabía que estaba ahí, Mientras nos volvíamos para la estancia miré hacia atrás y ahí estaba escondida entre los árboles como si estuviera lista para acechar.

Me quedé callado porque era obvio que no quería que nadie más la viera. En la noche oscura, cuando intentaba pegar el sueño, cada vez que mis ojos se cerraban, veía la luz. No dormí en todo la noche y, desde ahí, nunca más volví por esos rumbos dijo Juan. Pero unos de los gauchos empezaron a reírse y a decir:

- Esos son puros cuentos – en forma burlona
- Seguro bebiste mucho Juan.
- Quizás viste esos bichos que brillan -

A lo que Juan responde:

- Yo estoy seguro de lo que vi. No estaba borracho - con un tono de frustración.
- Tenía todos mis sentidos funcionando.
Mientras se peleaban por saber quién tenía la razón; Luis, que conocía muy poco estos rumbos, sintió escalofríos por todo su cuerpo tanto que quedó pálido como si hubiera visto al diablo, mientras que sus compañeros se decían:

- Trabajo acá hace años y nunca vi esa dichosa luz.
- Son puros cuentos.
- Nada más ridículo que creer en esas cosas- Mientras se reían.

El pobre hombre tenía que volver a su puesto a pata, ya que, su casa le quedaba cerca pero no contaba que por los caminos de barro se veía tan oscuro. Con un nudo en la garganta, comenzó el paso hacia su puesto. Cuando una voz interior le decía que no mirara atrás.

Sin embargo, su presentimiento hizo que se diera la vuelta y a lo lejos ve una luz que lo persigue, asustado comenzó la corrida de su vida y sin mirar para donde iba tropezó con un pozo que hizo que se callara por el barro ocasionado que se lastimara el tobillo, se dio la vuelta y vio como la luz estaba a solo unos metros de él, asustado cerró sus ojos apretó sus manos y comenzó a rezar tan fuerte que parecían gritos, haciendo que unos de sus compañeros que se iba también a su hogar lo escuchara.

Cuando su compañero lo encontró le preguntó qué había sucedido y Luis empezó a balbucear y a decir -fue fu fue la luz - dijo asustado.

- La luz estaba ahí.

Con sus ojos llenos de lágrimas, intentó pararse. Con la ayuda de su compañero y juntos fueron hacia su puesto. Cuando llegaron, no lograron dormir en toda la noche. Esperaron que amaneciera y volvieron a la estancia como lo hacían todos los días.

Cuando llegaron, los demás estaban tomando mate. Se sentaron y quedaron pensativos. Sus compañeros les preguntaron qué pasaba. Ellos les contaron lo que había pasado. Cuando volvían a su casa Juan les dijo -vieron que lo que conté era verdad; en esta estancia siempre se contó sobre estas historias, pero nadie creía hasta que lo vieron. Es muy común que en estos lugares se vean este tipo de cosas.

Para algunos son creencias. Para los que las vivimos, esto ya nos parece costumbre. Siempre hay que recordar estas cosas para que a uno no le suceda. Y, si les sucede, que sepan que no son los únicos; tenerle miedo a lo desconocido no nos hará menos hombres. Sino el hecho de reconocer es lo que nos fortalecerá. Así sea maldita la luz, no nos va a quitar el sueño o nuestro trabajo, hay que hacerle frente e ignorarlo.

Desde ese día, los menchos se reúnen en el fogón a compartir una comida o unos mates amargos para contar a los nuevos de la estancia las creencias sobre está misteriosa luz que a más de uno le ha robado el sueño o a pegado un susto en los pastizales o en algún monte.

¿Pero? ¿Tú crees que esto sea real o no? ¿O son sólo cuentos?

Las madres siempre les decían a estos chicos “no salgas a la hora de la siesta, que te va a agarrar la solapa”, esa era la frase típica de todas las madres. Los niños pensaban que era mentira, hasta que un día se enteraron de una noticia en especial a través del periódico local.

En la noticia decía que la solapa había atacado a un niño de la ciudad de Entre Ríos, en la localidad de Estación Yerúa, el niño se llamaba Henrry, bueno él relata lo siguiente; Me acuerdo un día estaba jugando con mis amigos con autitos y las niñas jugaban con sus muñecas en la casita del árbol, todo esto pasó en la mañana, luego nuestras madres nos llamaron para almorzar. Habiendo comido, jugué un rato a que era policía e investigaba un crimen. Cuando me cansé, me fui a dormir la siesta y, de la nada, escucho un susurro que decía mi nombre “Henrry ven”, “Henrry ven”. No le di importancia pero llegó a un punto que fue más fuerte e intenso, me levanté y seguí la voz que me taladraba la cabeza, la seguí hasta que llegué a la puerta de mi casa y entonces la vi allí guiando hacia el bosque.

Los más ancianos cuentan que en esa oscura arboleda pasan cosas malas, el bosque se llama “El Pará”, en ese lugar se encuentran los entes malignos, según los más ancianos. Entonces, luego de guiarme hasta ese lugar, la vi bien y pude identificar cómo estaba vestida. La solapa llevaba puesto un vestido de color blanco con muchas manchas de sangre, en la punta de aquella prenda había barro, estaba muy sucio, también llevaba un sombrero muy grande, creo que estaba hecho de paja, su peinado era algo común, eran dos simples trenzas muy largas capas le llegaban a la cintura, luego vi que cargaba algo más, era un saco de esos que son muy grandes, pues ella lo usaba para llevarse a los niños que se despertaban a la hora de la siesta y la seguían al bosque.

Ella acostumbra salir en los días de verano, en los que hacía mucho calor, porque esos son los días en los que los padres y madres duermen, ya que salen muy cansados por trabajar y cuidar a sus hijos más chicos. Esté ente malo se les aparece más que nada a los niños malcriados, esos que les contestan a sus padres, esos los que no hacen caso cuando uno les dice que cuide a sus hermanos más chicos; Pero Henrry no era nada de esas cosas, no era malcriado, él era un pan de dios, lo que pasó fue que a él le dio curiosidad ver qué pasaba si la solapa se lo llevaba, él quería saber por qué ese ente hacía eso. Henrry salió del bosque corriendo como si lo que vio fuera una cosa muy espantosa, ni bien salió se lo contó todo a sus padres. Ellos le creyeron y desde ese entonces empezaron a cuidar más a sus hijos.

Pasaban los días y llegó otra noticia al pueblo, resulta que encontraron a una niña llamada Catalina, este informe decía que había desaparecido y que la habían visto por última vez un sábado cerca de la media tarde, justo a la hora de la siesta. Un vecino cuenta que la vio salir de su casa con una mujer de blanco, y todo el pueblo la relaciono con la solapa, ya que la descripción del vecino fue igual a la de Henrry; Tras largos días de búsqueda la encontraron en el bosque oscuro “El Pará”, la niña estaba descuartizada y no se sabe qué más pasó y esa es la razón por la que las madres les dicen a sus hijos “no salgas a la hora de la siesta, porque la solapa te va a agarrar”.

Concurso

40 años de Democracia

CategoríaHasta 10 años

  1. Título de la obra: “Crecer en libertad”.
    Autora: Tomasini Favre, María Paz.
    Institución: Escuela N° 185 “Juan Pablo II “– Paraná
  2. Título de la obra: “Más democracia, más derechos”.
    Autora: Borda, Josefina.
    Institución: N.E.P. N° 40 Recuerdos de Provincia – La Paz

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Categoría11 a 15 años

  1. Título de la obra: “La Igualdad con Libertad”.
    Autor: Leites, Lucio.
    Institución: EET N° 23 “Caudillos Federales” – Federal.
  2. Título de la obra: “Derecho y Libertad”.
    Autor: Taylor Ríos, Benjamín.
    Institución: EET N° 1 “Gral. Francisco Ramírez” – Paraná.
  3. Título de la obra: “40 años de Democracia”.
    Autora: Barzola, Emilia.
    Institución: Escuela N° 68 “Hernando Arias de Saavedra” – Hernandarias.

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Categoría16 a 20 años

  1. Título de la obra: “Luchar por la verdad y la justicia”.
    Autora: Batalla, Victoria Antonella
    Institución: EEAT N° 152 “M.M. Calderón” – Concordia

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Menciones especiales

  • La Libertad del pueblo” – Romero, María Eugenia – EEAT N° 2 “La Carola” – Nogoyá
  • Manos que fortalecen la libertad” – Tamaño, Nahiara – EEAT N° 152 M.M. Calderón – Concordia.
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Desde la Comisión Directiva queremos agradecer y felicitar a todos aquellos estudiantes que decidieron participar como así también a aquellos docentes que fueron guiando a los alumnos para concretar el desafío que habían emprendido.

También agradecer y felicitar por el enorme trabajo realizado por los integrantes de la comisión de los concursos, y los encargados de realizar la publicidad y difusión de los mismos.

Un agradecimiento especial a las dos ternas de profesores, integrantes de los jurados que tuvieron la predisposición de participar por su amor al arte. Ellos son: Prof. Sofía Alarcón, Prof. Griselda Reisenauer y el MMO Marcelo Galeano, pertenecientes al jurado del concurso literario. Y la Arq. Clelia Zapata, Arq. Fernanda Calderón y la MMO Nora Woefray, pertenecientes al jurado del concurso de dibujo.

Se recuerda que los trabajos serán expuestos el 24 de noviembre en el “Encuentro Nacional de Escuelas Agrotécnicas” a llevarse a cabo en el C.P.C. de la ciudad de Paraná, como así también se realizará la entrega de los premios a los merecidos ganadores que estén presentes.

Atentamente
Comisión Directiva
AMET Regional XI
Paraná, 16 de noviembre de 2023